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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Miguel, la cabra y la edad de hielo - 2004 Cuento

* Emir Iskenderian Aguilera

Conocí a Miguel por razones laborales, épocas de fotógrafo y periodista… durante una visita a un canal de televisión. Hice mi entrevista de rigor y me dediqué a deambular por las instalaciones curioseando y consultando a cualquiera lo que creyese conveniente, a fin de agregar algo más, a mi nota de prensa.

Fue durante ese paseo, que empujando una puerta me encontré en las oficinas del programa deportivo. Ver fútbol por televisión es otra historia. Me ha venido llamando la atención cierta incapacidad personal, para mirar fútbol de barrio, como si este aparente sencillo acto, tuviese que ser una habilidad aprendida, algo así como un poder “leer el fútbol al vivo”. Ver fútbol por televisión es otra historia, el lente de la cámara y los planos que se manejan, son algunos de sus caminos.

Miguel, consultor especializado en filmaciones deportivas estaba sentado frente a pilas de casetes, listo para empezar la edición del mediodía, mi aparición imprevista pareció sacarlo de su aburrimiento. Gratamente recibido, luego de presentarnos, le pregunté: ¿Durante un partido de fútbol, dónde se pretende llevar la vista de la teleaudiencia?

Miguel, con la premura del caso, pero en un acto de suprema rebeldía, verdadera acción revolucionaria y solidaria, me sugirió que visitase a una linda chica trabajadora del canal, Viky. Esta morena crespa de ojos verdes entre sus labores se ocupaba de ordenar la pauta de rotación de las vallas publicitarias que rodean la cancha. Nuestro entrevistado agregó: “ten en cuenta, que no sólo el lente y los planos buscan y orientan a las masas hacia estos avisos publicitarios en las vallas, sino que la misma dinámica del partido también. Cada falta, caída, tarjeta, gol, amarre de chuteras, hace parte de una cuidadosa coreografía, diseñada a partir de los contratos comerciales. Es como un rudo bailoteo, en el que danzan los técnicos, los equipos, los planos de secuencia y los anuncios. Todo se complementa para lograr efectos esperados en el telespectador. Desde el logotipo impreso en la vestimenta del jugador hasta la regulación del color predominante en la pantalla, es negociado.

Atónito, escuchaba semejantes confesiones. Sin hacer caso de mi perplejidad, Miguel prosiguió: Penales, el rojo, democracia, empates, cohesión nacional y las vallas publicitarias de los estadios, son ingredientes infaltables cuando se cocina el contenido de la pantalla chica. En la oferta publicitaria para los auspiciadores, se ofrece con certeza absoluta cada nueve minutos, la ocurrencia de un acto. Por ejemplo, la caída de dos de jugadores, un cobro de falta, visualizados por el espectador con dos planos generales y un primer plano. Técnicas éstas, que multiplican las exposiciones del anuncio. Nosotros, como operarios técnicos, también pateamos el gol.

Así pues, mi pregunta tenia respuestas, la costumbre de ver fútbol en TV, me impedía descifrarlo cuando ocurría entre polvo, niños, vendedoras ambulantes, carne roja y sal, pues lo que la televisión nos impone, sería, mas bien, una masiva exposición dramatizada de marcas corporativas.

Ante la peculiarmente esclarecedora respuesta de Miguel, no dudé en pedirle otra entrevista. Pocos días después, tranquilamente sentados tomando un mate paraguayo en el frescor de la la tarde, empecé parafraseando a la compañera mexicana Amparo Ochoa: Amar en tiempos de guerra, es desear la trinchera, y anhelar la lucha. El amigo, cebando el mate, miró por la ventana hacía su calle de tierra, parecía enfocarse en la basura amontonada y humeante del vecino, y comentó: No deja de sorprenderme cómo ciertos sectores de la sociedad tienen que endeudarse, arrastrarse a un trabajo de 60 horas por semana durante 20 años, con la religiosa misión de comprarse un lotecito de tierra, construir una casita, adquirir un televisor, e intentar vivir en las proximidades de la ciudad, porque allí hay escuelas y hay universidades para educar a los hijos. Mientras que otros sectores, luchan y mueren por cuidar colectivamente cientos de miles de hectáreas de tierra, y continuar así, y allí, sus tradiciones ancestrales. Odio las ciudades y las casas, termino diciendo Miguel, y escupió un bolo de coca, que había estado acullicando desde antes de mi llegada.

Así que anhelas lucha, pero si no hablas el idioma del enemigo y menos el de tus aliados, me increpo mi nuevo amigo. Así que son tiempos de guerra... seguro que si, continuo diciendo, mientras me apuntaba al cielo. Estos son meses de aguas bajas, y pronto llegaran tiempos de intensa lluvia, un periodo de diluvios por estas zonas, y más al norte, un frío duro y creciente. Era cierto, no se como lo adivino, pero no hablo, escribo y leo, mas que un solo idioma.

Miguel saco de su mochila unas fotos. Se lo veía en una canoa en el puerto de algún río, junto a una inmensa carga de plátanos y naranjas. Mientras observaba en la foto lo encajonado del río, me llego el mate, y nuestro compañero de tertulia, hablando lentamente, comento con nostalgia y bronca: Nosotros los blancos carayanas, vividores de inventos ajenos, sanguinarios y salvajes, no hemos atinado a vivir en el bosque con comunidades indígenas y aprender de ellos el único leguaje que describe realidades presentes en el lugar. Una “pandura” por ejemplo. Seguro que es lo contrario de una “hondura”, le dije. Si, respondió mi amigo y continuo: Cuando los ríos bajan a mediados de año, en algunos lugares, más de cuatro metros, la navegación se dificulta por enormes troncos que sobresalen y por enormes cúmulos de tierra, arena y palos enmarañados, que como montañas móviles de arena debajo del río, forman lugares pandos. No han faltado cristianos incautos que aseguran haber visto a mas de un indígena caminar milagrosamente sobre el agua, jurando que seguro se trata es un don divino criollo. Solamente ojos entrenados, especialmente cuando se viaja de noche, distinguen cual signos, las múltiples y sutiles diferencias de movimiento en la corriente del agua, provocadas por estos montes submarinos, evitando así, encallar o volcar la canoa. En el viaje de retorno, cuando saque esas fotos que te mostré, aclaro Miguel, encallamos cuatro veces.

De tanto tomar mate caliente, pedí a mi anfitrión un poco de agua fría. Odio las heladeras, escuche por su parte. Una cosa es cierta, continuo diciendo Miguel. La carga en una canoa – aguanta uno mil kilos – es llevada con motor a gasolina fuera de borda, y mucho se usa la motosierra – también a gasolina - en vez del hacha.

Empecé a reírme, lo que interrumpió momentáneamente al cebador de mate, ahí le dije: me estoy riendo por el tema de los motores, porque te encuentro parecido con otro tipo que conocí en un viaje a tierra del fuego. Era un indígena mapuche que también odiaba las casas, las ciudades, las heladeras... y los autos. Trabajaba de casero en fincas de la Patagonia o como guía por el bosque. Conversamos bastante. En una de nuestras incursiones, me explico sus razones para rechazar comprar muy barato una motosierra robada; pensaba que comprar la lima, combustible, aceite, repuestos, afilar la cadena, en fin, resultaba mucho más costoso en energía y tiempo, que meterle brazo con el hacha. El mismo se había hecho sus muebles y cabaña a punta de certeros golpes sobre la madera. Exacto, Comunismo o Barbarie, exclamo Miguel, y agrego: en esta ciudad productora de basura, en estas casas con autos y heladeras que no existen, somos bárbaros irracionales y derrochadores, falsos eruditos sumidos en una fantasía insostenible, soberbios y farsantes que pagaremos caro ante la naturaleza, nuestra falta de memoria y visión. Poder ver una “pandura” o un “semáforo en rojo”, no es lo mismo. Si bien ambas visiones son códigos aprendidos, en la ciudad no hay ni agua ni alimentos, éstos llegan allí sobre máquinas propulsadas con hidrocarburos, el agua mediante bombeo eléctrico. La supuesta adaptación a este ambiente citadino, no es tal. Se trata más bien de lo contrario, una desadaptación al ambiente natural. Miguel se callo, había que poner más agua a calentar, a gas, para el mate.

A su vuelta de la cocina, llegó caminando con gestos teatrales, como si fuera un monarca sumido en la abundancia. Llegó con una olla llena de agua caliente, un vaso con el agua solicitada y un plato con semillas de maíz tostado.

Nuestro repentino comediante se puso mas extraño aún, parecía alistarse para un dar un discurso. Como un exagerado actor en pleno inicio de la escena, empezó a observar la semilla multicolor andina con admiración y curiosidad, y empezó diciendo: Consideraciones astrofísicas, climáticas y alimentarias, debieran tomarse más en serio en la política. Quien diría, he sabido que en Bolivia los perros han marchado en protesta por el maltrato y asesinatos selectivos a los que están sometidos al ser catalogados como “animales domesticados indigentes” o perros de la calle, por parte de la criminal “Perrera Municipal”. Durante la marcha de protesta, los caninos “no indigentes” desfilaron de la mano de sus amos, quienes estaban presentes en solidaridad con sus perros.

Aumentando el tono y gravedad de su voz, Miguel continuó su monólogo: En este país amazónico - andino, durante las primeras dos semanas del mes de octubre del año de la Cabra, Marte con Libra, hermanitos indígenas Aymaras y Quechuas, armados de maíz, papa, quinua y coca – por un lado – y dinamita, machetes, picotas, palos y piedras – por otro lado - marcharon hacia la sede de gobierno, La Paz. Como estrategia general o espontánea de resistencia a las políticas neoliberales, decenas de miles de hombres, mujeres, junto a sus hijos, cercaron la ciudad. Bloquearon las carreteras y destruyeron puentes y calles para impedir el paso de tanques asesinos. Hicieron paros y huelga hasta lograr la renuncia como primer mandatario del país a Gonzalo Sánchez de Lozada. Este empresario es cabeza visible de la imposición en Bolivia de un capitalismo salvaje, orientado a lograr un acceso directo y privilegiado de las corporaciones trasnacionales a los recursos nacionales, especialmente el gas y la biodiversidad. Durante estas semanas de intensa represión por parte del Estado, policías y militares asesinaron a más de 150 personas y decenas quedaron heridas, principalmente en la ciudad de El Alto. En este lugar, ciudad Satélite El Alto, organizaciones sindicales, vecinales e indígenas, resistieron una de los más sangrientos ataques militares a la población civil en centros densamente poblados. Ataque de fuerzas militares que ha superando incluso, por la intensidad de la violencia, a las incursiones en territorios palestinos ocupados por parte de Israel. La movilización y alianza de miles de campesinos, obreros, e indígenas para lograr vencer la maquinaria de terror del Estado, abrió un nuevo período en la historia nacional. Ahora, meses después de estos eventos, instalado en el gobierno – como decían los líderes sindicales - un continuador del “gonismo”, un “cachorro de la burguesía”, he leído en una evaluación de octubre, por parte de la Central Obrera Departamental, que: Fue un error haber desmovilizado al pueblo, como si movilizarlo fuera fácil… debimos haber radicalizado hasta tomar el poder, para poder consolidar todas nuestras demandas… nos hace falta un partido político. Tienen razón. Hasta la fecha, no han habido encarcelamientos por estos asesinatos, ni juicio de responsabilidades o pedido de extradición de Sánchez de Lozada, refugiado en Estados Unidos. En esta coyuntura, Bolivia se ve ante la posibilidad real de volver a perder territorio. La experiencia en octubre de la defensa y luego embestida popular, contra la hegemonía del capital monopólico en Bolivia, ha impulsado a la burguesía trasnacional al aumento del asesinato selectivo dederes obreros, campesinos, y religiosos. Veo una tendencia a la provocación por parte del “centralismo andino”, sujeto a los designios del imperio, a que las regiones radicalicen sus posturas autonomistas y separatistas, al punto de que la desobediencia civil se generalice. Guerra civil global, es una de las consignas imperialistas. Santa Cruz es una de las regiones más propensas a radicalizar posturas autonomistas. Este intento pretende liberar a esta vasta región llena de riquezas naturales y estratégicas, de la influencia de organizaciones obreras y campesinas con mayor capacidad de acción en la sede de gobierno. Aquí se hizo una pausa y acto seguido, Miguel se inclino en señal de haber concluido su presentación, y claro... aplaudí fervorosamente.

Parecía la invitación a un juego, así que yo también hice mi parte. Me puse de pie e improvisando un discurso tipo mitín político de calle, proclame: No siempre estuvo Santa Cruz completamente bajo la hegemonía de Charcas. Durante el siglo del arribo de Cristóbal Colón a lo que él creía Las Indias, los viajes de la península ibérica fueron en parte motivados por la búsqueda de comida y remedios, por el hambre y la peste que vivían durante una época de frío y guerras prolongados. Los primeros textos redactados por los religiosos de la época, acerca de sus incursiones en la selva y su relación con los aborígenes, son descripciones de uso de plantas medicinales o alimentarias, urgentes para sobrevivir la pequeña edad de hielo en la que se encontraban. Marranos españoles, para penetrar al continente por el Atlántico sur, en una alianza de guerreros, acompañaron a los guaraníes en sus migraciones hacia el oeste. Santa cruz es el punto de encuentro de la corriente de conquista peruana con la corriente del Río de la Plata. En el medio del continente se encuentran y enfrentan dos tipos de invasores, marranos paraguayos venidos de Asunción con cortesanos católicos del Alto Perú. Se funda Santa Cruz de la Sierra, a orillas del arroyo Sutó, en una región recién incorporada a la corona, dado el avance colonialista, y en pugna entre Perú y Asunción. Los primeros habitantes de esta urbe colonial terminan bajo la administración de la Audiencia de Charcas, luego de que su ciudad fuese paulatinamente destruida por ordenes altoperuanas y refundada como San Lorenzo el Real de la Frontera, en los llanos de Grigotá, territorio bajo la hegemonía de la Audiencia y menos acosado por las hordas de salvajes indios selváticos. Al capitán español fundador de Santa Cruz lo mataron los guaraníes por haber traicionado la alianza que les permitió cruzar el continente y fundar Santa Cruz. Los primeros españolitos de esta ciudad, se ocuparon inicialmente de cazar indios para llevarlos a las minas. Esta zona amazónica del mundo civilizado, crecida bajo la sombra de la iglesia cortesana y el judío converso, vuelta parte de una Republica, no quiere ahora reconocer el olor de la sangre del indio andino que los defendió durante siglos, y lo sigue haciendo. Murió y triunfo defendiendo el petróleo, el gas, el agua y la democracia, de la corrupta rapiña corporativa. Cuidado cruceños, que el sacrificio que no se haga ahora por ustedes mismo y sus hermanos, en el futuro será mucho mayor. Bravo, salto Miguel, bien tirado, los pueblos vencerán, exclamo.

Hablando de revolución – prosiguió el amigo - hagamos una breve reflexión sobre los hermanos cubanos. Durante el llamado “Periodo Especial”, nuestros compañeros revolucionarios de la Isla, con su Comandante en Jefe, ingresaron definitivamente a una era de tracción a sangre en la agricultura de pequeña escala, la única forma de cultivo posible en la mayor parte del planeta ante las próximas drásticas variaciones climáticas, que comenzarán una nueva edad de hielo. La tracción animal sumada al uso de recursos naturales para el control de plagas y usos agrícolas ancestrales, asestaron un golpe definitivo al éxito del bloqueo imperialista. La consolidación de la soberanía alimentaria, la valorización y mejoramiento de tecnologías tradicionales, la vanguardia mundial en agricultura y medicina, hacen de esta última etapa de la revolución cubana, una de las experiencias sociales actuales más trascendentales, para la supervivencia humana sobre la faz de la Tierra. Patria es humanidad. Internacionalismo, socialismo, comunismo, revolución. La experiencia de la revolución cubana en programas médicos y de alfabetización ha vigorizado a la revolución bolivariana, a tal punto, que son ejes centrales de la cohesión política entorno a Chávez. En un punto, tal vez irreversible, el pueblo venezolano ha despertado como comunidad soberana y empieza a regir su destino. Puede verse en las calles y avenidas de Caracas, un extensivo sistema de huertas urbanas biológicas, señal inequívoca de madurez revolucionaria. En cambio, en los Estados Unidos, se condena al pueblo a un atroz y lento proceso de intoxicación, a través de los alimentos, principalmente. Resulta así, que en este país la obesidad es masiva y ha llegado hasta los niños - niños obesos – prosperan el cáncer, el mal de Parkinson, enfermedades introducidas por un programa de eliminación masiva de la población. No cabe duda, que las revoluciones de Cuba y Venezuela poseen programas de acción ejemplares para salvar vidas y educar personas de los Estados Unidos.

A todo esto, el día se había puesto gris, mucho polvo levantado por bruscos vientos casi huracanados, y el bochorno de la tarde anunciaban una lluvia fuerte para la noche. Entraban los vientos fríos desde el sur, y le comente a Miguel, talvez algo fatigado por su presentación dramaturgica, que desde mi viaje a la tierra del fuego, escucho siempre en la brisa del sur, un canto mapuche de lluvia.

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Publicado en SEMANARIO NUMERO UNO, 2004 /Santa Cruz de la Sierra, Bolivia /

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